
Estaba cebadísimo. Me tomé el subte hasta constitución para ir al centro neurálgico del eje del mal para hacerles volar el edificio por los aires. Llevaba dinamita para poner en el autopista y que se derrumbe sobre el edifico de la corpo.
Ya en el subte percibía que la gente me miraba raro. Me sorprendía lo bien organizado que estaba todo... como el pueblo disimulaba muy bien la revolución que se venía, para no levantar sospechas. Recordaba la calma previa a la toma del palacio de invierno. ¡Que grande Sabatella, como pensó todo detalladamente para que la corpo ni sospeche la rebelión en ciernes!
Llegué a San Juan y 9 de Julio. Ya tenía la boca seca de la impaciencia y las ganas de ver el mundo nuevo que hoy nacería. Me preguntaba si a esto se referían los mayas en sus profecías para el 2012.
Empecé a caminar y nada... ya me estaba impacientando. Pensaba: ¡Bueno, basta de disimular! ¡Ya estamos todos compañeros, avancemos! En eso vi pasar a un camarada de La Cámpora. No tenía mucha pinta de proletario, pensé que seguro se había disfrazado de funcionario arribista para despistar. Le pregunté qué onda. Me dijo "¿no te enteraste? La corpo judicial prolongó la cautelar hoy no va a pasar nada... todavía falta". No les puedo explicar la desazón y el frío que me corrió por la espalda. Me puse a llorar desconsoladamente. Casi como cuando Él se nos fue...
Vagaba por las calles con todo mi armamento a cuestas, atónito. Me puse a repasar las batallas dadas: que Ernestina Herrera de Noble iba a ir presa por apropiadora de bebés. Que Magnetto iba ir a la sombra por robarse papel prensa. Esa vez no estábamos del todo preparados... pero el 7D no podía fallar. Lo veníamos preparando hace mucho. El poema de Barone había sido la inspiración final para que las masas salgan al degüello como cuando William Wallace les da ese discurso en Corazón valiente. Pero no...
Y me cansé compañeros... me cansé. De la bronca fui a la primer casa de empeño que encontré. Vendí todos mis bagajes.
Con la plata que conseguí me compré el arbolito de navidad y un pesebre. Ahora le estoy escribiendo la carta a Papá Noel, contándole lo bien que me porté todo el año. No le voy a pedir la muñeca de Cristina, ya no. Pero en él encontré alguien real en quien sí puedo confiar. Él es mucho más creíble. Yo sé que él nos va a dar a la medianoche del 24D la felicidad que nos merecemos los argentinos y argentinas.
MURALLA